Engaños y hechizos, la magia de Isabella Blow.
Como una niña escondida debajo de un comedor intentando evitar que sus oidos sean consumidos por los gritos, Isabella Blow se ocultaba en los diseños de Mcqueen y Philip Tracy. Su vida fue la reinvención constante de aquel apretón de manos, de aquella despedida ignorante y fría que dejó su mamá en repetición.
De todos aquellos sombreros extravagantes, el único que importó fue ese sombrero rosado de su mamá, seguramente el único buen recuerdo de ella. ¿Y por qué no entonces llevarlo puesto siempre? El recuerdo me refiero, porque el sombrero siempre estuvo. Como una barita mágica que ayuda al hechiero, los sombreros convertían a Isabella en una diosa, dueña de sus decisiones y del rumbo de su vida. Al igual que sus piernas, estos eran parte de ella, la hacian brillar, eso sí, esa magia solo servía si los tenía puestos. Eran como un amuleto de la suerte o incluso como un angel guardían, protegiendola de su familia desfuncional e incoherente y de todos aquellos robandose su talento. Porque también había mucho de eso; robo de crédito e incluso de dinero. Mcqueen, su muso, uno de esos tantos ladrones, le brindaba de esos amores destructores. Al igual que su mamá ambos eran parte de ella, tan parte de ella, que la deshicieron en medio del olvido y la ignorancia. De igual manera la amaban, a su manera claramente. Quizas ese mismo desinteres y desamor creó la necesidad constante de ayudar a todo el mundo, de ser la caza talentos, la salvadora, pues era lo que ella necesitaba que alguien le diera y que durante su niñez nadie le dio; que creyeran en ella. Quería darle un sombrero propio a cada uno, compartir un poco de la magia que la acompañaba.
Blow fue como una fruta redonda y perfecta por fuera, podrida y dañada por donde la moda fue un elemento crucial para esa dualidad constante entre la felicidad y destrucción, para enmascararse, pues los problemas siempre estuvieron presentes y el apoyo constantemente ausente. Esta le permitió un espacio para ser esa quien quizo ser, le regaló instantes de felicidad.
En medio de toda la magia, Isabella Blow logró engañarnos a todos con su gran encanto y logró envolvernos a todos con su sensualidad y sonrisa. Vivió en medio del colapso y fue una victima más de las máscaras de la moda, que fue testigo de la destrucción de un alma pura, como la de una niña agobiada en medio de los gritos