Perdida.
En mis pensamientos, en mis sentimientos y en tu cuerpo.
A veces me pierdo, a ratos. En mi mundo. Y en tu mundo, en como sería si yo estuviese en el, en como sería si fuese n u e s t r o.
Pero en realidad estas a medio metro y no te acercas, en verdad me miras. Me miras cuando sabes que no estoy presente, cuando no estoy sumergida en ti. Tu y yo sabemos muy bien a que juego estamos jugando. Nadie hace nada pero en realidad ambos hacemos todo por la atención del otro. Solo eso. Atención. Aunque quizás me interesa conocerte, entenderte. Hablarte.
Y por qué nos gusta ese juego, ese toma y dale, ese tira y jale. Quizás porque si no te dejo entrar no puedes herirme, quizás por miedo al rechazo o quizás por miedo a intentarlo.
Miedo a conocernos, miedo a querernos. q u e r e r t e.
Pero ese juego es lo único que tu y yo tenemos.
N a d a, entonces.
Ese juego de que nos llamamos con la mirada pero sin acercarnos. Ese mismo en el que ignoras mi existencia, ese mismo en el pretendemos ser extraños. Ese mismo en que nos ignoramos mientras nuestras miradas se cruzan. Donde nuestras cuerpos se rozan pero nuestras manos nunca se juntan.
Y muchas veces he pensado que no me gusta este juego, pero de pronto me encanta, nos encanta. Me encanta tanto que lo odio, te odio.
A medias distancias, a medias palabras y casi momentos. A eso nos dedicamos. Pero especialmente a imaginar esos casi momentos, esas casi palabras y todos los casi.
Pero ven acá, pregunta seria. ¿Cuál es nuestra maricada? O es la de todos? Es que todos somos así? O solo tu y yo? O es que es la costumbre? La costumbre, costumbre de estar pero no estar, de no comprometernos, de no dar nada pero querer todo. De que te quiero pero te alejo, de que te quiero y lo niego.
Maricada en verdad.
Porque si yo te quiero y tu me quieres? Que más da?
O mejor seguimos este juego a medias.
dime tú.. ¿cómo quieres vivir?
«Casi».
Y es así como tu y yo perdemos el tiempo.
N a d a, entonces.